Friday, October 10, 2008

Hojas de durazno...

El jarrón esta al borde de la mesa, se posa justo en el borde de la mesa.
Treinta años atrás mi abuela lo compro a un chino que tenia una tienda de antigüedades, al principio como juguete nuevo ocupaba su lugar en el centro de las cosas, sobre la mesa en bien iluminado blanco perfecto con el diseño de un árbol de durazno y las pequeñas hojas flotando en el espacio sobre pinceladas de acuarela azul y rosa.
Con los años lo heredo mi madre y paso a la repisa sobre el comedor.
Varios cambios de estilo lo desplazaron desde lo sofisticado a lo verdaderamente antiguo, de lo antiguo a lo viejo y hoy como todos los recuerdos de mi infancia y de mi abuela esta borroso, lleno de polvo en una esquina de la mesa del teléfono.

Esperando en la oscuridad, como mi madre, como los muertos, a que alguien o algo provoquen el desastre, termine con su existencia, lo eclipse de verdad.

Por que como si un jarrón supiera, como si pensara, presiento que la oscuridad del pasillo junto al teléfono le aterra mas que la quebrazon de huesos y el estridente final.
Por ahora lo miro, esta muy mal parado en la esquina y si no lo muevo caerá ante cualquier pequeña vibración.
Pensé en pararme a moverlo y preservarlo para mis hijos tal vez.

Pero, como una respuesta desesperada, se abre la puerta y golpea suavemente la mesa del teléfono,
Y me quedo viendo como el haz de luz blanco muy blanco se cuela por todo lo largo del pasillo. Y como la luz, no la puerta, parece empujar el jarrón de la abuela que brilla mas allá del polvo y se estrella y se quiebra en mil fragmentos de porcelana y pequeñas hojas de durazno, que ahora si flotaban, tierra y un lápiz de tinta azul seco.
Me concentre en el instante y alcance a entender que después de tantos años el jarrón había vivido su mejor momento.
Antes de que el haz de luz desapareciera el jarrón ya no existía más.
Algo más dentro de mí se había terminado también.
Fui por la escoba.

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