Wednesday, April 11, 2007

La semilla de la tormenta

Casi todos los “centauros de montaña” han desaparecido de las zonas que antiguamente ocupaban.
Las personas que frecuentan estos riscos y quebradas creen que tiene que ver con que no hay cabida para estos seres en el mundo rápido de hoy y la cercanía de los poblados les quito los lugares donde antiguamente celebraban sus ritos.
Todo esto puede ser.
El hecho es que no se sienten, al pie de la montaña de Istad el porcentaje de lluvias decreció en un 23% en los últimos cinco años.
La relación entre los mitos y celebraciones de los centauros y la tormenta siempre fue un punto que estuvo en duda por las mentes más dadas a lo empírico. Sin embargo es justamente lo empírico lo que nos alarma hoy.
Los centauros no están, las tormentas tampoco.
Hablamos durante una expedición con un viejo Jeppe que desciende de antiguos brujos de la zona. Lo que no explico es preocupante.
Dijo que las lunas se mantienen en su "ciclo", pero nosotros ya no. Dicen que lentamente destruimos los engranajes del reloj que hacia girar las cosas en la espiral del mundo.
Dijo que estamos a la deriva.
Y que el mundo creara un anticuerpo para sobrevivir o morir dramáticamente.
Una fiebre terrible como las de los niños pequeños.
Lo que sobreviva a esa fiebre será lo nuevo.
Lo que reconstruya.
¿Y los centauros?

Dijo que de eso se trata, "Cuando era niño mi madre me dijo que en las cuevas de la montaña alta, los hombres caballo se escondían de la gente y dormían en forma de roca y polvo. también me dijo que cuando se acercara el fin de los tiempos que conocemos, los centauros se guardarían en lo mas profundo de esas cuevas, donde nada, ni la luz ni el frío, ni los ruidos ni el hombre los despertara hasta que un nuevo ritmo naciera desde el fondo de la tierra.
Ellos son la semilla de la tormenta, ellos conocen los ritos.
Cuando esto pase, cuando la fiebre termine, podrán salir y cumplir con su misión de llamar la lluvia y revolver los cielos para que la vida se fecunde otra ves.
Mientras nos alejábamos de los valles bajo la montaña, la mire calladamente pensando que yo jamás sentiría esa seguridad de estar preservado en una bóveda tan grande y segura.
Era obvio que yo no sobreviviría a esos nuevos tiempos.
Alguien lo haría por lo menos.

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